El diseño de jardines va
más allá de la simple elección de plantas como se cree muy a menudo. Tampoco
consiste simplemente en la resolución de una serie de cuestiones prácticas obteniendo
un conjunto armonioso a la vista. Es mucho más que eso.
La apreciación de un
paisaje no se limita a un efecto óptico, como correspondería a un cuadro, sino
que en la valoración que cada uno de nosotros hace de ese espacio intervienen
todos los sentidos. Además, el paisaje y su valoración individual esconden
muchos aspectos poco apreciables desde el punto de vista del espectador poco
experimentado. Hay una trasmisión de emociones y sensaciones que muchas veces
provienen de nuestra experiencia vivida o heredada.
Todo esto hay que
conocerlo para obtener un buen resultado en el diseño de un jardín.
Por ello, a continuación
vamos a hablar de las claves del diseño de jardines, que hacen que, los que la
hemos empezado a conocer, nos sumerjamos con entusiasmo en esta estimulante disciplina:
el paisajismo.
EL LEGADO DE NUESTROS ANTEPASADOS
Una de las claves para
el diseño de los espacios exteriores, así como de cualquier otra disciplina, es
tener en cuenta las actuaciones realizadas con anterioridad. Nuestros antecesores
nos han dejado un legado que nos afecta a la hora de sentir de una forma o de
otra un espacio. Esto lo podemos apreciar no sólo en lo que hemos recibido en
los últimos años sino también en lo que proviene de mucho más atrás, de cuando
para el hombre la valoración del paisaje era una cuestión de supervivencia. De
ahí viene que al hombre le guste colocarse en el filo del bosque, donde se da
la pauta de “Ver sin ser visto” que es un precepto para la supervivencia en un
medio hostil. También, los árboles nos dan protección, pero el bosque espeso
nos produce intranquilidad ya que no controlamos lo que nos rodea. Algún
depredador cercano podría acecharnos. También las edificaciones nos procuran
refugio.
Los espacios abiertos
requieren elementos verticales que nos produzcan cobijo, pero la posibilidad de
ver los que hay a nuestro alrededor. Los miradores con vistas magnificas son
más propicios al descanso y la meditación cuando ese elemento vertical nos
resguarda (una pérgola, un árbol,…).
Los bosque son
misteriosos y caminar por ellos produce sensación de aventura. Están bien para
caminar, pero no para sentarnos relajadamente a descansar. En ese caso nuestra
preferencia es más bien el espacio un poco más abierto pero con protección
especialmente a nuestras espaldas.
El agua es un imán para
el espectador de un paisaje. Es mágico. Pero no sólo por sus cualidades
estéticas o ambientales. También nos gusta tenerla cerca porque significa la
vida. No hay vida sin agua. El hombre siempre ha buscado su compañía para
establecer sus comunidades.
NUESTRA PROPIA CARGA
CULTURAL
Para apreciar las
sensaciones que produce un paisaje también es necesario tener presente nuestra
propia cultura.
Nuestro lugar de origen
y nuestro conocimiento del entorno en el que nos encontramos hacen que la
apreciación de lo que vemos cambie. Una forma conocida que represente un hito
cultural o social lo aprecian y asimilan los pobladores de este lugar. Los
demás visitantes del lugar no lo interpretan de la misma forma. Incluso les
puede pasar desapercibido.
No tiene la misma
sensación ante un paisaje de bosque (por poner un ejemplo), una persona joven
que alguien de más edad, o un biólogo que un arquitecto o un ganadero. Nuestras
propias vivencias hacen que interpretemos lo que vemos y sentimos en un espacio
de una forma diferente.
PLANIFICACIÓN Y DISEÑO
La creación de jardines
conlleva una parte inicial de planificación espacial. El jardín cumplirá unas
funciones y debe estar preparado para albergar una serie de actividades. Por
ello hacemos un estudio previo de esas necesidades que debe cumplir para que
sea cómodo en su uso, según las personas que lo van a utilizar y las
características físicas del espacio.
LOS SENTIDOS EN LA
APRECIACIÓN DEL PAISAJE
Es importante tener en
cuenta que no solamente el sentido de la vista interviene a la hora de apreciar
un paisaje, sino que en esa valoración intervienen todos los sentidos.
La
vista:
Cuando se presenta ante
nuestra vista un espacio, recogemos al principio sólo lo más relevante de él.
Captamos las distancias, las zonas libres, los espacios ocultos, los puntos
llamativos por el color, el movimiento o su textura. Tenemos también una primera
impresión en cuanto a la estructura del espacio y la armonía de sus
componentes.
Si seguimos observando
vamos fijando en la mente algunos detalles más hasta que tenemos una imagen
mental esbozada de la escena. En este momento de la observación, en la visión
que tenemos del paisaje rigen las leyes de la composición estética. Podemos
mirar un paisaje como el que contempla un cuadro.
Por ello, en el diseño
de un jardín se debe tender a lo sencillo, lo simple, donde no sobre nada. Si
componemos con muchos elementos o con elementos variados muy llamativos,
tardaremos más en tener una visión de esbozo de la escena, perdiéndose la vista
en muchos puntos que crearán desasosiego. Es mejor contemplar un solo punto
llamativo rodeado de elementos que forman un conjunto en armonía.
También merece la pena
hablar de lo que no se ve pero se intuye o se imagina, en un paisaje. Cuando
los espacios de cierta dimensión se contemplan enteros de un solo vistazo,
suelen tener poco interés. Si estos espacios, o incluso los que ya no
pertenecen al jardín los colocamos escondidos, de forma que se intuyan pero no
se vean, el jardín gana en interés. Nuestras vivencias ancestrales junto con la
imaginación hacen que lo vivamos como un espacio de aventura, en el que nos
apetece indagar.
Por otro lado, la luz
hace que los lugares produzcan distintas impresiones. Uno de los secretos mejor guardados de los
jardines es la utilización de los cambios de luz. Hace que el ambiente creado
sea más agradable.
El
olfato
Es el sentido más
primitivo. Es el primer sentido que se desarrolla en el ser humano. Es el
sentido del recuerdo y la emoción.
Hay determinados
componentes de los aromas percibidos que hacen que relacionemos el lugar explorado
con otros conocidos con anterioridad. Esto nos transmite sensaciones ya vividas
que pueden ser agradables o no.
Además, los olores están
asociados a determinadas sensaciones y comportamientos: Espliego (estimula las
actividades intelectuales), mar/olor a sal (potente reductor del estrés),
albahaca (agudiza la atención), geranio y lantana (revitalizante), jazmín
(tonificante y afrodisíaco), tomillo (antidepresivo), olor a pino
(reconstituyente), limón (mejora la energía física),..
Normalmente asociamos
olores con colores. Por ejemplo el color naranja con el olor a naranja. Si
colocamos un naranjo junto a una pared pintada de naranja tenemos la sensación
de que huele más.
En este caso, como en el
ya comentado de la vista, la sencillez es la norma. No mezclar gran cantidad de
aromas. El espectador se perdería entre ellos, no reconociéndolos incluso. Por
otra parte los aromas se intensifican con la humedad y con el calor. En verano
los olores serán suaves, ya que los olores vivos intensifican la sensación de
calor.
El
tacto
Lo apreciamos
generalmente a través de las manos. También podemos percibir estímulos con los
pies al caminar, al sentarnos. En el rostro las sensaciones también son
intensas, por ejemplo las producidas por el aire al rozar con la piel. Los
rayos solares y las diferencias de temperatura hacen que nuestra piel reaccione
a ellas. Bajo la nuca es el lugar del cuerpo donde se percibe mejor la
temperatura.
El tacto puede ser un
instrumento a utilizar en el diseño de ambientes para personas con estrés,
personas deprimidas que necesiten un lugar de refugio. En personas o niños
miedosos es positivo incentivarles el tacto para que se habitúen y pierdan el
miedo a explorar.
El
oído
Desde un punto de vista
psicológico con el oído recibimos dos tipos de ondas que percibimos como
sonidos o ruidos.
Un sonido puede producir
una sensación agradable, con ritmos conocidos y que se interpreta como
positivo.
Un ruido es un estímulo
sonoro que se interpreta como un conjunto anárquico de frecuencias agudas y
graves; de niveles altos/bajos que no son deseados por el receptor con señales
impredecibles. La molestia del ruido se incrementa si se percibe como
innecesario o se asocia con factores de miedo.
Gusto
Este sentido se puede
estimular en los jardines utilizando plantas de huerta o frutales de tal manera
que se realiza una asociación entre el sentido del gusto y de la vista. Estas
plantas nos evocan la riqueza, la abundancia, aportando ambientes de
tranquilidad.
Otra
dimensión: el tiempo
Aquí hay otra dimensión
más: el tiempo, que hace que el jardín vaya cambiando, no sólo de estación en
estación, sino también de año en año. Nunca es exactamente igual lo que vemos
un día cono lo que veremos pasado un cierto tiempo. Las plantas como seres
vivos van evolucionando. Algunos
materiales inertes también cambian con el paso del tiempo.
Estos son los datos de partida
para el diseño del jardín. Crearemos una idea de conjunto para el espacio a
diseñar. Algo que le de unidad y cohesión al conjunto de elementos y cualidades
que se presentarán ante el espectador.
A partir de aquí empezaremos
a estudiar la planificación del espacio estudiando de las necesidades que debe
cumplir.
Carmen Calvo Serrano
Ingeniera agrónomo – Experta en Diseño y Gestión del Paisaje
Tf. 619824578